martes, 23 de abril de 2013

EL MULADAR

Ahora que lo pienso (vos allá, 
intentando dormir; porque tu siesta 
fue abundante, y las cosas que hoy hiciste, 
si bien cargosas, poco te exigieron;
y puede que en un rato te levantes
y te acerques en busca de un cuentito), 
no hay sombras, noche leve, y bien podría
dar noticia de asuntos sin mayor
"trascendencia": anotables. Insistí 
ya tantos años con mis lloriqueos, 
y tantas veces más alcé en palabras 
las muecas del pesar, que simplemente
no quedaría otra salida que
la de mirar alrededor, y ver. 
Olvidarme de mí para fijar
pasables argumentos de estos seres
que vienen y se alejan, aunque porten
siempre en su seno algo incomunicable.
Y darme cuenta de que el mundo, el vasto
mundo de peripecias de los otros
tendría que pesar más que mi suerte
incluso en mí: el obtuso a lo que dicen
y que sollozan, de lo que se jactan 
y, claro, eso que ignoran, -- ignorantes, 
los más, no hay modo, de mi ser arisco. 
Tendré que hacerme ciudadano y dar 
en descripciones mi tributo al mundo, 
me digo, y hacer trizas los espejos
y respirar sin más entre la gente.
(Y vos allá, en la cama, a quien de pronto 
siento luchando de hace ya bastante
contra mi obcecación, mi muladar.)

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