Último padecer,
hacés que los poemas
pretendan formas claras
que regalás sin más
al estulto vecino;
las previas fueron cruces
en los helados muros
de una casa que nunca
fue tuya. En ella luego
amaste y te olvidaste
del sentido de arar
para los otros: poco,
huero fruto mordías
entre tus labios. No
podemos permitir
que repitas exangüe:
"la poesía ha muerto".
Tu corazón, tu viejo
corazón de negar,
pierde esa piel ahora.
No temas, que mañana
vas a apartar juicioso
a todo aquel que exija
lo que sólo a vos toca
de tu propia visión.
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