¡El vacío sin fin! Que te olvidaba
dijiste, constatando,
y --sorprendido, estupefacto, incrédulo--
me di de nuevo cuenta
de que me estaba hundiendo en la pasión
más dulce y reprobable.
Libros/vagones, lívido lector
unido a su cadena
de frases y de frisos, ciega ruta
de extático que olvida
el hambre, el sueño, la persona más
amada: las palabras
anulaban el mundo nuevamente,
nuevamente la búsqueda
más infinita, más desapegada
de todo amor, chiquita
(porque aún creo, iluso, que al pasar
la hoja --¡y no se acaban,
los libros no se acaban!-- hallaré
la Clave: negra Biblia,
inagotable, eterna), me condujo,
desorbitado, a la
nada continua, nada inapetente
del Sentido falaz.
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