Sos el loquito. Nadie te dio el pie
para que fueras, pero vos actuás
lo mismo. Tropezás, incomodás
y no entendés muy bien pero seguís
(y en ese verbo ahora sonreís)
moviéndote, no obstante recaer
en la vergüenza cada tanto. Hacer,
por caso, el gesto inconveniente que
disgusta y descoloca al otro fue
puerta al aislamiento (aunque después,
cosa que es invariable, no podés
dejar de liberarte) y un cartel
--hético sambenito de papel--
te colocabas a vos mismo (vos,
el de los versos/yerra). Encierro y hoz
de represión castraban tu vivir,
y años pasaban, y eras de fingir
la seriedad. Y perdonarse. Ya
es hora de que deje de ser pa
cualquiera. No te encierres. Ya pasó.
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