domingo, 24 de febrero de 2013

PRISA

Marca el grillo las dos 
de la mañana. Escucho 
pasar, uno detrás 
del otro, allá en la calle, 
los autos y me digo
que hay una pausa en que 
las palabras reposan
para empezar a andar 
de nuevo, cuando el mundo, 
después de que dormimos, 
vuelve a mandar. Escucho
sonidos impasibles
que quizás hablan pero 
que sobre todo ondulan,
escucho el rumoroso, 
persistente latir
de estas cosas en calma;
pero escribo. ¿Tendría,
entonces, que dejar 
que mi mente se extrañe  
en la neblina/pulso
de materia sonora 
que apenas entreveo 
y recién anotar?

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