Yo tan notable, Píramo capaz
de fintas y de ascensos,
hay un Olmo
que contribuye con
estampas de
ajo-puerro.
Vos como Tisbe de
los cuatro cirios,
dromedario del
Templo de las Hordas,
marina refulgente
y migraña sin fe.
Tengo pistilos
duchos en sentir
endechas y
quebrantos; mis molares
funden el queso
egipcio
que la abuela
mercara.
Tus comejenes, nido
contumaz
en que se esparce
perorando ripios
el tero de la noche,
claman por
simulacros.
(Después, el
resplandor
de los buitres, el
cero
que se oxidó en la
esquina
de la arrogancia:
palo de vagar.)
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