Y después, qué. Probaste que sabías
por medio de un poema. Hubo un silencio.
Y nada más. Y destemplanza. (En torno,
las cosas de tu casa. Una soprano,
que canta a lo divino.)
Desvalidez y resquemor. El tiempo,
que te corroe, como siempre. Entonces
percibiste esa sombra
que bisbiseó, fugaz, que se gozó,
secretamente, subrepticiamente
(cómo decirlo; tus palabras, huesos),
con tu exhibicionismo, la inconsciencia
(ya no sabés cómo se escribe) que
te gobernó, estos días --¡sos tan necio!--.
Jactancia y vanidad. Y después, qué.
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