Te contaba hace un rato,
amor, de aquellos años
de depresión. De estar
muerto para los otros.
Para la vida. Ahora
dormís, y de esa época
sin horizonte, cieno
que no latía, poco
regresa. Me avergüenza
contarte --¡en serio!-- que
lo más deseable en ese
infierno era esperar
dormirme: algunas veces
--eso: pocas-- lograba
despertar sin odiar.
(Un odio universal;
y ese odio se volvía
siempre contra mí mismo.)
No podría, no sale
recordar: se esfumaron,
como una mala espuma
que el tiempo consumió
sobre las pìedras, esos
años viles. Ahora,
digamos, la peleo.
Tengo buenos motivos
--vos sabés--. "Agonía.
Agonía", escribió
García Lorca. "Sueño.
Fermento. Sueño." Qué
ominoso entrever
que esas cinco palabras
logran sintetizar
el fantasma que fui...
No dejés que me caiga,
amor; pero si vuelvo
a estar muerto, alejate:
segaría tus labios.
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