"¡De vuelta a los lamentos!", me decís
cuando leés mis cosas;
"como si te faltara", te completo,
"la plenitud..." (Dormís
--o eso intentás: la noche está imposible--
en tu sommier y yo
tomo mi mate, en calzoncillos, mientras
un auto pasa frente
a nuestra casa.) Es cierto. Pretendí
por lustros olvidar
--lo cierto es que escribía-- lo que no
partió sino en el día
en que te conocí. Porque el pasado
hoy sólo quiere aquella
vez que te vi por vez primera: un bar,
tu cuerpo jactancioso,
inmune a las distancias, desparpajo
o patada al tablero
de mis modos de ciego desvalido,
ceñido a su bastón:
y no lo largo, aún. Costumbre, entonces
--te cuento--, de dolerme,
retórica y falacia del que mide
cicatrices --ya no
las sílabas, el ritmo-- de que suele
engreírse; pobrezas.
Pero el amor es hoy.
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