Lo importante ya no es
el poema, lograrlo.
Humo y años de autista,
vida de corralito.
Salgo a la calle y tiemblo:
cualquiera se me impone.
Débil como los ángeles,
necesito cortar,
soltarme de esta cuerda
que me tiene en la noria
de la minoridad.
lunes, 31 de diciembre de 2012
jueves, 27 de diciembre de 2012
ARÍSTIDES, SU GROUPIE
porno sincero groupie funcional
estrábicos reacios a la yerra
cata sinsonte golosina en ciernes
Arístides otea desde el techo
porno colacionado limusinas
sofismas reverberos carantoñas
hay un esguince groupie ficcional
y los tratados que escribiera Arístides
melismas o fruición en entretiempos
resentida la Meca del esqueje
o colofón Arístides exhausto
melismas llaga de los tres simunes
de la materia lípidos medallas
Arístides los tubos las esquirlas
estrábicos reacios a la yerra
cata sinsonte golosina en ciernes
Arístides otea desde el techo
porno colacionado limusinas
sofismas reverberos carantoñas
hay un esguince groupie ficcional
y los tratados que escribiera Arístides
melismas o fruición en entretiempos
resentida la Meca del esqueje
o colofón Arístides exhausto
melismas llaga de los tres simunes
de la materia lípidos medallas
Arístides los tubos las esquirlas
lunes, 17 de diciembre de 2012
EXPLICACIÓN A CECI
"¡De vuelta a los lamentos!", me decís
cuando leés mis cosas;
"como si te faltara", te completo,
"la plenitud..." (Dormís
--o eso intentás: la noche está imposible--
en tu sommier y yo
tomo mi mate, en calzoncillos, mientras
un auto pasa frente
a nuestra casa.) Es cierto. Pretendí
por lustros olvidar
--lo cierto es que escribía-- lo que no
partió sino en el día
en que te conocí. Porque el pasado
hoy sólo quiere aquella
vez que te vi por vez primera: un bar,
tu cuerpo jactancioso,
inmune a las distancias, desparpajo
o patada al tablero
de mis modos de ciego desvalido,
ceñido a su bastón:
y no lo largo, aún. Costumbre, entonces
--te cuento--, de dolerme,
retórica y falacia del que mide
cicatrices --ya no
las sílabas, el ritmo-- de que suele
engreírse; pobrezas.
Pero el amor es hoy.
cuando leés mis cosas;
"como si te faltara", te completo,
"la plenitud..." (Dormís
--o eso intentás: la noche está imposible--
en tu sommier y yo
tomo mi mate, en calzoncillos, mientras
un auto pasa frente
a nuestra casa.) Es cierto. Pretendí
por lustros olvidar
--lo cierto es que escribía-- lo que no
partió sino en el día
en que te conocí. Porque el pasado
hoy sólo quiere aquella
vez que te vi por vez primera: un bar,
tu cuerpo jactancioso,
inmune a las distancias, desparpajo
o patada al tablero
de mis modos de ciego desvalido,
ceñido a su bastón:
y no lo largo, aún. Costumbre, entonces
--te cuento--, de dolerme,
retórica y falacia del que mide
cicatrices --ya no
las sílabas, el ritmo-- de que suele
engreírse; pobrezas.
Pero el amor es hoy.
martes, 11 de diciembre de 2012
PASADA CIÉNAGA
Te contaba hace un rato,
amor, de aquellos años
de depresión. De estar
muerto para los otros.
Para la vida. Ahora
dormís, y de esa época
sin horizonte, cieno
que no latía, poco
regresa. Me avergüenza
contarte --¡en serio!-- que
lo más deseable en ese
infierno era esperar
dormirme: algunas veces
--eso: pocas-- lograba
despertar sin odiar.
(Un odio universal;
y ese odio se volvía
siempre contra mí mismo.)
No podría, no sale
recordar: se esfumaron,
como una mala espuma
que el tiempo consumió
sobre las pìedras, esos
años viles. Ahora,
digamos, la peleo.
Tengo buenos motivos
--vos sabés--. "Agonía.
Agonía", escribió
García Lorca. "Sueño.
Fermento. Sueño." Qué
ominoso entrever
que esas cinco palabras
logran sintetizar
el fantasma que fui...
No dejés que me caiga,
amor; pero si vuelvo
a estar muerto, alejate:
segaría tus labios.
amor, de aquellos años
de depresión. De estar
muerto para los otros.
Para la vida. Ahora
dormís, y de esa época
sin horizonte, cieno
que no latía, poco
regresa. Me avergüenza
contarte --¡en serio!-- que
lo más deseable en ese
infierno era esperar
dormirme: algunas veces
--eso: pocas-- lograba
despertar sin odiar.
(Un odio universal;
y ese odio se volvía
siempre contra mí mismo.)
No podría, no sale
recordar: se esfumaron,
como una mala espuma
que el tiempo consumió
sobre las pìedras, esos
años viles. Ahora,
digamos, la peleo.
Tengo buenos motivos
--vos sabés--. "Agonía.
Agonía", escribió
García Lorca. "Sueño.
Fermento. Sueño." Qué
ominoso entrever
que esas cinco palabras
logran sintetizar
el fantasma que fui...
No dejés que me caiga,
amor; pero si vuelvo
a estar muerto, alejate:
segaría tus labios.
jueves, 6 de diciembre de 2012
OTRO VERANO Y ÉSTE
Increíble. Si pienso en esa noche
de lluvia en que entreví
la verdad de los cuerpos al mirar
aquella lluvia que,
potente, se volcaba sobre las
carnosas hojas tras
el vidrio, tras la reja repujada,
al cabo de los años
y de una suerte inteligente y ciega
que atrás dejó los nombres
de aquellos seres negros que querían
que negara sin más
la brisa, me doy cuenta de que nada
de lo que ahora tengo
me faltó nunca. Cuánto se engañó
mi corazón con fuentes
retorcidas, perversas; cuánto encuentro
de lo de siempre en vos,
amor, en tu palabra y en tu risa,
e incluso en los desplantes
intempestivos, aguerridos, altos
de tanto orgullo tuyo,
respiración que canta. Reconozco
caricias y destellos
reveladores de la más ociosa
infancia que, latente
aun en nuestros rostros de crecidos,
aflora como un fuego,
como sonrientes llamas que se besan,
o más bien como imanes
que, separados, se buscaban desde
la lejanía. O como
lo que jamás podremos olvidar:
el amor a la vida,
nacido de una noche de verano,
de la lluvia, lo verde,
y ahora constatar que curioseabas,
de algún modo, detrás
de esos cristales, duende, aquellos ojos
que luego te supieron.
de lluvia en que entreví
la verdad de los cuerpos al mirar
aquella lluvia que,
potente, se volcaba sobre las
carnosas hojas tras
el vidrio, tras la reja repujada,
al cabo de los años
y de una suerte inteligente y ciega
que atrás dejó los nombres
de aquellos seres negros que querían
que negara sin más
la brisa, me doy cuenta de que nada
de lo que ahora tengo
me faltó nunca. Cuánto se engañó
mi corazón con fuentes
retorcidas, perversas; cuánto encuentro
de lo de siempre en vos,
amor, en tu palabra y en tu risa,
e incluso en los desplantes
intempestivos, aguerridos, altos
de tanto orgullo tuyo,
respiración que canta. Reconozco
caricias y destellos
reveladores de la más ociosa
infancia que, latente
aun en nuestros rostros de crecidos,
aflora como un fuego,
como sonrientes llamas que se besan,
o más bien como imanes
que, separados, se buscaban desde
la lejanía. O como
lo que jamás podremos olvidar:
el amor a la vida,
nacido de una noche de verano,
de la lluvia, lo verde,
y ahora constatar que curioseabas,
de algún modo, detrás
de esos cristales, duende, aquellos ojos
que luego te supieron.
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