(para Elisa)¿Y uno qué hace cuando lee?
Amiga, las horas son
pesadas, y el corazón,
que se agiganta y decae,
y que teme y se distrae,
nunca encuentra lo que busca.
Los libros son una brusca
promesa que, como hiel,
amarga y mata la miel
de las horas, y muy poco
dicen ya. Corazón loco,
que no sabe de descansos
ni de entrevistos remansos,
los libros se me alejaron:
relicario en que callaron
las ilusiones; qué más
los sostendría. Tendrás
piedad por este encorvado
lector desasosegado.
(Se van las horas; las horas
dejaron de ser sonoras.)
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