La cosa, en los que escriben
queriendo ser oídos
por sus contemporáneos,
es atender al modo
en que el rock interpela
al mundo: reluctante,
henchido de sabor.
Porque el rock canaliza
energía y hormonas
reduciendo, está claro,
la técnica al alcance
del común de la gente.
¿Querés fama? Aprendé,
a lo pseudo Stravinski,
de esa fuerza de choque
y volcala a tus cosas.
Parrhesía impagable.
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