Lo hiciste una vez más: les aceptaste
la ¡Despertad! a los Testigos. (Tu
abuela la leía: letra grande
para unos ojos que llorar supieron
tu enfermedad.) La hojeaste: la moral
a full en un diseño mejorado:
el vino viejo en odres nuevos. Un
vínculo que persiste lo compensa:
aquella anciana fue quien te acercó
la Biblia: vos la amaste en su volumen.
Verdad que, de algún modo, aún te toca;
pero hoy leés de cosas que a la muerta
le hubieran repugnado... Aunque, ¿quién sabe?,
sigue la adoración, tardía: las palabras
son tu alimento, en ellas te afirmás.
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